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De principios y de ductilidades


marx

Perplejo, esa es la expresión.

Desde el 9M no tengo casi palabras, apenas criterio. Estoy perplejo. Tanto es así que no he podido escribir nada en un mes. Escucho, leo, observo, pero no acabo de dar crédito a lo que, aparente o verdaderamente sucede. Ideas y principios versus personas y cargos. ¿Se puede plantear acaso esta disyuntiva?. Si se me responde que sí, habré tirado mi voto a la basura.

Los principios. Suenan tan rotundos cuando se apela a ellos con solemnidad y ese «vibrato» engolado en la voz que los enfatiza sin enumerarlos, sólo con mencionar su presencia en el discurso. Pero los principios, tienen una característica absolutamente diferenciadora, que permite determinar su existencia. Han de mantenerse y defenderse, incluso, ante la adversidad. Han de prevalecer ante las dificultades, ante las corrientes de opinión mayoritarias que pretenden relativizarlos y difuminarlos, a pesar de que hacerlo cueste (y debe costar) dejar de lado bienes que anhelas. El premio no es pues, material; es moral y personal. Es poder levantar con orgullo tu frente y mirar a los ojos de tu rival sin pestañear, porque sabes que has obrado con rectitud. Tu conciencia te lo dice claramente, sólo se engaña a sí mismo el que quiere, pero nunca a su conciencia.

He estado días intentando reflexionar sobre si el debate es de personas o de ideas; de principios. Y para mí la conclusión es clara. Para los que defienden los principios, es una cuestión de valores e ideas. Para los que los obvian, todo se reduce a los nombres y los cargos. Por sus hechos les conocemos. Fuera máscaras. El elenco mediático socialdemócrata ha señalado lo único que es capaz de señalar, la guerra de nombres. En su vocabulario no figuran las ideas ni los principios, todos se desmoronaron hace años con la podredumbre corroída y aberrante que mostró el derribo del muro de Berlín. Desnudos de referencias ideológicas, los socialistas se aferran al márketing de cualquier concepto placebo (calentamiento global, alianzas de civilizaciones, paridad, paz genuflexa). Mal debate para ellos es el de las ideas, sólo les queda regodearse en la parte más ruín del problema (que existe, no hay duda) para poder formar un contexto coherente a sus escasas luces. Su capacidad de vender humo, fascina a los centristas.

El debate de fondo se resume en una disyuntiva clara; «¿hemos de perseverar en los principios que defendemos, o hemos de adaptarlos al gusto del electorado según se manifestó en los comicios?».

Me viene a la cabeza una cita de Marx (Groucho) «Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros«. Era un ácido y agudo visionario.

Y ahora me pregunto a mí mismo ¿qué soy yo? (políticamente hablando, se entiende). La respuesta es para mí muy definitoria y precisa; un demócrata liberal. Si mi objetivo es conseguir el gobierno ¿debería dejar de mostrarme como un demócrata liberal?. Probablemente, hoy por hoy, sería lo más aconsejable desde el punto de vista táctico. Pero con ello sólo habría conseguido el gobierno. Ya estoy sentado en la Presidencia ¿ahora qué?.

Si gobierno de acuerdo a lo que he prometido durante mi etapa de opositor y mi campaña, mi gobierno carecería de todo sentido como la función esencial de transformar la sociedad y crear bienestar de acuerdo a mis convicciones. Simplemente, representaría un papel fingido para un público al que debo alimentar, si deseo continuar gobernando. La única alternativa aquí, es relativizar (difuminar) el valor de las convicciones. Es el poder por el único aliciente de su ejercicio. La antítesis de la política. El centrismo.

Si no lo hago, habré engañado a los electores, y desde la perspectiva de la ética política, mis manos estarían atadas (con razón) ante los previsibles ataques de la oposición. La estafa.

¿ Es este el sentido en el que «hay que moverse»?. Los centristas reformistas parecen ser bastante asépticos a este tipo de razonamientos. Con llevarse bien con todo el mundo y ser moderados (sea lo que sea lo que ello signifique) dan por bueno el «movimiento» ideológico. Se han impregnado de talante… cuatro años después de que pasara de moda. ¿Moderados es que tu rival político no se sienta molesto con tus planteamientos, incluso cuando tu razón y tu lógica te muestran que estás en el lugar que debes estar?. Primer error; dejar que el rival defina la moderación, la virtud, y muchos otros conceptos afines.

Por otra parte, si el que te reformas eres tú mismo para adaptarte al paisaje ideológico ¿es reformistas un sinónimo de arribistas u oportunistas?. Parece que esa es la esencia del mensaje. Esa capacidad camaleónica sólo le ha funcionado a la izquierda desde que abandonaron la defincición de Marxista, manteniendo su esencia, sus fantasmas y sus momias acechantes debajo de las alfombras de Ferraz. Ya tenían práctica, Stalin consiguió hacerse pasar por el liberador de los judíos de los campos de exterminio nazis, después de haberlos masacrado en casa y a placer. Un excelente currículum propagandístico.

Muy posiblemente, nuestra sociedad no está dispuesta a aceptar una doctrina política liberal, los números electorales son claros a este respecto (por el momento). Pero ¿cual es el motivo de este rechazo? ¿por qué razón un sistema de organización política y económica que ha ofrecido a los ciudadanos que lo han practicado las mayores cotas de bienestar y libertad es objeto de este mayoritario rechazo?.

Porque los que deberían haberlo defendido con convicción no lo han hecho, o no han sabido hacerlo o, simplemente, no eran liberales y, consecuentemente, no podían hacerlo. Eran centrorreformistas (centrotravestidos) o conservadores, dos grupos políticos para los que los liberales somos un grano (con perdón) en el culo. Casi tanto como para los socialdemócratas. Para los centristas porque nuestras convicciones son fuertes, definidas y políticamente irrenunciables. Para los conservadores porque no aceptamos un Estado intervencionista, a través del cual ellos puedan influir y controlar. Para los socialdemócratas, porque en un Estado liberal, se les acabaría la mamandurria y tendrían que trabajar y ser responsables de sus vidas. Se les acabarían los «lunes al sol». ¿Cómo puede nadie pretender que se nos acepte como «liberales simpáticos»?. Es imposible. Para todos esos grupos, somos (y debemos ser) liberales antipáticos. A pesar de que el liberalismo se abre, poco a poco, paso en todo el mundo. La realidad económica y política nada tiene que ver con simpatías o antipatías personales o de grupo.

Y son dos mujeres (el «siglo de la mujer», sea lo que sea lo que esto significa) las que han puesto el dedo en la llaga. Esperanza y María. Una, un símbolo de principios inquebrantables en medio de las más aterrorizantes dificultades y la otra, una referencia práctica de lo que se consigue con un gobierno liberal. Paradojas de la vida, en el epicentro de la paridad las mujeres sirven como campaña de márketing. En el partido más tachado de machista, presiden gobieros, lideran la resistencia y dan la batalla de las ideas.

Frente a ellas, un dubitativo políticamente travestido y un narcisista crónico respaldado por un vestigio histórico.

¿Alguien tiene dudas de dónde hay que estar como liberales?. Yo no. Y veo con satisfacción que, habiéndome ubicado, tengo a Zapatero radicalmente frente a mí. Estoy en el buen lugar.

Rog

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  1. May 22, 2008 a las 9:23 am

    Tal vez todo se reduzca a la cita de Groucho. Si no podemos ganar elecciones después de todo lo que ha caído y sigue cayendo, es que debemos cambiar el discurso. Renunciando con toda probabilidad a principios que nos acompañaron en el pasado (y que por definición nos deberían acompañar siempre). Pensando en lo mismo de lo que hoy disertas creí probable que este giro, que este movimiento es más de cara a la galería que otra cosa. Que se hace para atraer a los que harían mover la balanza y decantar una futura votación del lado «centrista». Para luego retomar nuestros verdaderos principios y aplicarlos.
    Esto es, según desde el punto de vista que lo miremos, traicionarse. Desde otro punto de vista, una estrategia. Aunque algo embaucadora de cara al futuro elector.
    Estamos en la disyuntiva entre elegir a un «embaucador estratega» o seguir cantarines danzando hacia el abismo de la mano del ególatra actual de la Moncloa.
    Lo apetecible no es precisamente ninguna de las dos opciones, pero puestos a elegir, pienso que habría que decantarse sin duda por la primera.
    O aún mejor, intentar que para entonces, la primera opción sea otra.
    En esas estamos.
    Cordialmente.

  2. May 22, 2008 a las 7:28 pm

    Buenas, Pedros.

    Si, entiendo perfectamente lo que dices, lo que comentas lo estuve pensando nada más acabar las elecciones; si lo que hace falta es decir «paz», «igualdaz», «paridaz» y «solidaridaz», pues se dice y santas pascuas. Luego se hace lo que haya que hacer, que en resumidas cuentas y a la vista de lo sucedido, nadie te lo echará en cara.
    ¿Qué quieren los votantes, que no se les diga la palabra «crisis»?, pues nada, desaceleración y a funcionar. ¿No os gusta eso de los trasvases?, sin problemas, tenemos otro término más «sostenible».

    Y aquí es donde viene, amigo Pedros, mi problema más profundo. Que no habría nada que me diferenciase de los métodos del iluminado adánico. Sería igual.

    En mi opinión, hay que hacer una valiente pedagogía política. Hay que cogerse las alpargatas y patear el erial hasta que todo el mundo sepa de verdad, cual es el trasfondo de lo que el liberalismo les ofrece. Que, al menos, puedan rechazarlo con las ideas claras. No mezclando en esta historia a Franco, las mariposas de Pyongyang, las bobadas de Zerolo y las tonterías de Blanco. Sino teniendo la oportunidad de valorar de verdad qué hay detrás.

    Porque si no es así, se podrán ganar unos comicios, pero estaremos como siempre, teniendo que explicar que los que más medraron con Franco ahora son los cabecillas del antifranquismo (más de 30 años después), y es un debate tan agotador, tan demagógico, tan estéril y tan falso que hay que acabar de una vez con él. Hay que encarar el problema y resolverlo.

    En mi pueblo dicen: «más vale una vez colorao…». Pues eso, a la oposición y colorao hasta que sea necesario.

    En la impostura, querido Pedros, el PSOE es maestro. Es su terreno natural. Hay que llevar el debate a las ideas, que es donde no tienen nada que ofrecer. Es ahí donde hay que derrotarles para siempre en nuestro país. No miro a los próximos comicios, miro al futuro. Ahora hay que jugar a largo plazo.

    Rog

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