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Familia desestructurada


desestructurado

Hace un par de días, mi mandíbula golpeaba estrepitosamente con la mesa al caer a plomo, viendo las imágenes del agresor del metro de Barcelona. Y pensaba para mis adentros, que si estuviese en ese vagón de metro, forraría a bofetones al cabezón impávido del primer plano de la cámara.

Si, si, ese ignorador compulsivo que parece estar diciendo febrilmente para sus adentros: «No veo nada», «No os veo», «No sé lo que pasa»… «No sé, no va conmigo». El que casi tiene que cerrar los ojos para que no le salpiquen los mocos de la pobre chavala. Supongo que sus amigos y su propia madre ya habrán hecho justicia. Desafortunadamente para él, probablemente su familia no esté desestructurada y el padre le explique algo sobre vencer el pánico y prestar ayuda a una dama indefensa.

El agresor es sólo escoria. Y me atrevo a vaticinar que escoria sin solución. Con un poco de suerte, un fin de semana se pasará de pirulas y se dejará la única neurona que le funciona (la de apretar la tecla de llamada del teléfono móvil) en el asfalto o en una feliz cuneta. Pero al no ser «rara avis» en este tiempo que corre, tampoco merece que gaste yemas aporreando el teclado para explicar lo que pienso de su degenerada existencia. Paso.

Lo que peor llevo, con diferencia notoria, es el espanto creciente de leer en titulares y escuchar en tertulias los diagnósticos sobre el particular de la progresía de la sonrisa beatífica. El «Analísss». El creciente ronroneo que empieza a devorar mi mente y mi temple se resume en un titular «El agresor tuvo una infancia dura y difícil en una familia desestructurada«.

Este es el salvoconducto que te libra de cualquier responsabilidad ante la progresía. Que tu familia esté desestructurada. Si usted quiere librarse del fisco, diga que pertenece a una familia desestructurada. Si le pillan a calzón caído con la secretaria del presi en el cuarto de la fotocopiadora, diga que su familia está desestructurada. Si le mete dos guantazos al vecino y le salta usted las muelas por echarle todos los macarrones en la colada por la ventana, diga usted que proviene de una familia desestructurada. ¡ No pasa nada !. La desestructuración familiar es, en nuestra sociedad, no ya un atenuante, sino un eximente.

Con esta premisa, ya nadie es responsable de las maldades que tenga a bien hacer a sus conciudadanos. El sueño de todo progre; que papá Estado apeche con las consecuencias. ¿Y qué metáfora más cercana puede haber a papa Estado sin nombrarle que la Sociedad? ese Ente informe pero omnisciente del que el criminal queda siempre desgajado milagrosamente. Se dice: «es una víctima de la Sociedad de consumo, egoísta e insolidaria».

Perfecto, le soplas los mocos a una chavala indefensa, le partes la boca y eres una «víctima». Por supuesto no puede decirse del Estado, que es Papá proveedor para muchos. ¿Adivinen de quien? de esa tiránica, fría y sin corazón sociedad que se gasta el dinero en lo que le place en vez de en ONGs y rentistas de lo público, desestructura a todas esas pobres familias de matones de metro.

A ver cuánto tiempo tardan esta banda de memos en concederle al matón una subvención y un cursillo acelerado de Educacíón para la Ciudadanía.

Rog

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