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Lo que se puede hacer


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Me pregunta un invitado (considero así a todos los que por este espacio pasan, bien para pegar una rápida leída o bien para dejar algunos comentarios u opiniones) lo siguiente:

» ¿qué demonios habríamos de hacer para que esta enquistada situación desparezca de una vez por todas? »

aludiendo a mi último post, donde ejercito mis matemáticas básicas fuera del nefasto influjo de la oxidante calculadora de bazar.

Pues bien, amigo Pedros, lo que se puede o debe hacer ha de estar en consonancia con tu diagnóstico de la situación, del que se extraen, inevitablemente, conclusiones que apuntan a ciertas ideas. El mío vale para mí (mi diagnóstico), y puede no ser compartido. Pero como es difícil trastocar el sentido dado a lo observado, no puedo pretender que mis observaciones valgan para todo el mundo. Por eso digo «para mí». Lo cual no excluye que haya quien lo comparta, como he comprobado en ocasiones.

España tiene un serio déficit político y social. Y lo tiene desde hace muchos años. Sanchez Dragó lo achaca a un pertinaz cainismo, resultante de la envidia (deporte nacional). Pero sin contradecir el hecho de que el autor esté en lo cierto, considero que es sólo una cara del problema, que es algo más amplio. Existen una serie de «cuestiones de raíz», que hemos de extirpar pronto. Te aviso de que este post va a ser muy largo.

Desde finales de la II Guerra Mundial, la propaganda de la URSS (que se encontraba, como todos sabemos, en el lado de los vencedores y no de los demócratas, hay que aclarar este «irrelevante» punto) ha sido hábilmente dirigida, para asociar la tragedia que asoló Europa y dejó en cunetas, campos de concentración y de batalla, a casi cien millones de ciudadanos europeos, a la derecha política. El rival. Cualquiera con dos dedos de frente, sería hoy día consciente de que todo ese cataclismo tuvo su origen en los nacionalismos europeos. Comienzo a pensar, dadas las recientes y lamentables noticias provinientes de Kosovo, que no estamos muy lejos de la situación previa a 1915.

Pero ha sido la derecha la estigmatizada en Europa, gracias al éxito del agitprop marxista y posteriormente socialdemócrata. Nuestro país no es ajeno a este efecto, lo vemos todos los días. ¿Cuales son los argumentos y los reproches de la izquierda?: xenófobos, racistas, fascistas y otras muchas lindezas que no es preciso aclarar por conocidas. Para la socialdemocracia europea, todo lo que se sale de su correctísimo y moral pensamiento único, es xenófobo, racista, fascista, etcétera. No es más que una muestra de totalitarismo, que ha sido la constante en la izquierda en todo el mundo, pero siempre se las han ingeniado para manejar bien la propaganda. En España, el chollo de la izquierda (y del nacionalismo) es Franco, que como ya mencioné, vale igual para un roto que para un descosido. Han conseguido no tener que debatir ideas, se limitan a demonizar al que las expresa sin entrar en más detalles.

El sistema de la izquierda es tremendamente falaz, pero muy efectivo. Su pésima gestión económica (por favor, no me contéis lo del 3,8 del 2007 que me parto de risa otra vez , hablo de otra cosa. Repasemos los éxitos de los países socialistas y tendremos la «foto»; URSS, Albania, Yugoslavia, Rumanía, Checoslovaquia, Venezuela, Cuba, Corea del Norte ¿hacen falta más ejemplos?) y sus criterios en materia de educación son capaces, con el tiempo, de conformar una sociedad con un perfil muy concreto. Este perfil quedó perfectamente dibujado en «La rebelión de las Masas» de Ortega y Gasset. Parafraseándolo y con sorna, algunos han acuñado hoy día el térmio «La rebelión de la chusma». Pero volvamos al «turrón». Una economía enferma por el peso del sector público que las clases dominantes pueden controlar, una población fuertemente subsidiada y dependiente, con una escasa formación humanística, un nulo espíritu crítico, y debidamente adoctrinadas (EpC), y todo será como ellos quieren. Sus constantes apelaciones a la igualdad, ese igualitarismo, es sólo una condición sine qua non para conseguir la uniformidad. Y sólo queda una cosa para que todo vaya bien, una clase a quien explotar mediante impuestos. Es una especie de reedición de la dictadura del proletariado pero en esta ocasión, es la mamandurria de los políticos de izquierdas. Quizá no todos, pues existen honrosas excepciones y muy reseñables, pero sí una buena parte.

Por todo lo comentado antes, la izquierda se ha investido de una serie de valores de los que excluyen ferozmente a su adversario político, es decir, al librepensador que opina de forma diferente. Al que tildan siempre de lo mismo (no reproduciré los apelativos ya indicados, que son permanentes). Ellos son los solidarios, los buenos, los que tienen a la ética y la moral de su parte, los más demócratas, los que mejor defienden a los «más desfavorecidos» (casi 700.000 «desfavorecidos» en Andalucía en el Siglo XXI – ¿Habrá que pedirle cuentas a Chaves después de 25 años de sillón y coche oficial?), los que mejor representan los intereses de la mujer, los que reeducan a psicópatas perturbados por esa lacra que es el «liberalismo salvaje» (obsérvese el adjetivo, porque la dialéctica es también muy importante) y los que saben qué es lo que les conviene aprender a los ciudadanos. Como si en la Hélade no se hubiese ya dirimido esta cuestión entre cabezas tan bien amuebladas como la de Platón (y no las que pueblan hoy nuestro hemiciclo).

La izquierda se ha autoinvestido, a través de la propaganda y la amenaza del miedo a la conflagración, de unos valores que usurpa y niega a las demás fuerzas políticas. Sólo hay que ver cualquier debate político para observar el dedo acusador del izquierdista de turno: «No lo nieguen ustedes, ¡representan a la derecha!». Porque saben (lo llevan promoviendo durante décadas), que de cara al público medio (medio no es nada bueno hoy y aquí), consiguen estigmatizar y desacreditar al interlocutor.

La derecha está en crisis desde la República. Aún no ha logrado levantar cabeza. La respuesta a esta afirmación que hago por parte de cualquier ilustrado borreguillo sería: «Pues no os fue mal durante 40 años para estar tan de capa caída». Pero en ese reproche se observa fácilmente la veracidad de mi tésis. Porque hoy día, en el año 2008, hay más herederos del franquismo entre la izquierda que en la democracia cristiana española, que nació y se desarrolló como tal después de 1978. Son en realidad los únicos partidos de pedigree exclusivamente democrático, nacieron con la democracia y en el seno de su juego. Esto no lo pueden decir muchos partidos hoy en día (con vocación y posibilidad de gobierno, se entiende).

¿Que hay algún ultraderechista en el PP?. Seguramente. Como hay ex-terroristas, franquistas arrepentidos y beneficiados varios por el régimen en muchos partidos de izquierda. Incluso algunos que exhiben sin pudor el curriculum de haber dado el paseillo a algún chaval seminarista que llevaba la sotana guardada, por miedo, en la maleta. ¿Qué valor tiene ese hoy día?. Si hablamos de la izquierda, por supuesto ninguno. Si hablamos de la derecha, por supuesto les define. Al menos según el credo socialdemócrata. Hace años que fui consciente de que habíamos enterrado esos odios. Otros piensan que el esfuerzo de cesión y concordia de los que lo lograron no merecen ninguna consideración. Por cierto, esto a la izquierda no le gusta nada, pero el pensamiento de Jose Antonio era profundamente socialista.

El ultimo invento de la izquierda es el centrismo. La trampa definitiva para conservadores y liberales (términos que nunca usan si no van -peyorativamente, of course- adjetivados). El centrismo, como puede comprobarse, lo define la izquierda. De nuevo muestra una gran habilidad. Cuando los que caen en la trampa creen que han conseguido, finalmente, el marchamo de centristas, la izquierda vuelve a cambiar los parámetros de su definición. Como resultado lo que decía Guerra «llevan años desplazándose hacia en centro…¿de dónde vendrán?». Ni a Felipe II se lo ponían tan fácil.

La derecha es derecha, liberalismo, conservadurismo, lo que sea. Incluso «derechona» si quieren algunos insignes. Y no necesita ocupar ese limbo político estúpido que es el centro. Que sólo se define en virtud de lo que no es, y no de lo que en realidad es, que no es nada. La izquierda no necesita ser centrista, luce orgullosa el marchamo de «izquierda». ¿Por qué tiene la derecha que sentirse acomplejada por serlo y tener que «viajar» a la trampa del centrismo?. Porque han caído en ella. Porque los liberales (de acuerdo con la idiosincracia de su credo), aún no han tomado las riendas. Hay en los partidos de derechas una gran aceptación, de facto, por las tésis socialdemócratas, hasta ahí ha calado su propaganda. Hasta en el rival. Pero no quedará mucho tiempo para que los liberales tomen, de nuevo, protagonismo. La situación ya apunta a ello y es preciso un timonel que marque rumbo firme.

Este es mi diagnóstico, Pedros, ahora puedo responder a tu pregunta.

Si te fijas, la constante en todo lo que comento es la manipulación de la información. La deformación de hechos, acuñar eslóganes, pegatinas y camisetas. Los medios afines, la retórica enquistada, los clichés repetidos una y mil veces. Dos mil, si es necesario.

Soy una persona que trabaja e intenta salir adelante. No tengo vocación política, creo que la mejor política es mi día a día. Intento generar actividad económica, empleo y si puedo, algo de bienestar para la sociedad en que vivo. Sólo soy un trabajador más, un empresario de pyme, con un sueldo como cualquier otro y con diez veces más riesgo y una quinta parte de las prestaciones sociales de otros. No me quejo, de hecho, quiero seguir haciendo lo que hago. Me cansa, pero me gusta, y es lo que sé hacer. Sólo puedo hacer lo que ves. En mi pequeño círculo y con la mayor visibilidad que la tecnología actual me permite, explico, critico, me mofo, me enojo e intento que todo el que pasa por aquí, conozca un punto de vista diferente. Una lucecita pequeña al final de la negrura del túnel que, a lo mejor, sirve para que por sus propios medios, alguien pueda caminar hacia ella y saber qué hay detrás para tomar después decisiones libres de falacias y clichés.

Es lo único que puedo hacer, y es lo que hago.

Saludos.

Rog

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  1. febrero 21, 2008 a las 4:16 pm

    Estimado Rog:
    Lo que en principio creí intuición, me lo confirmas en tu último post. Coincidimos en que el adoctrinamiento, en el gota a gota diario y machacante es lo que, amén de otros artificios, convierte a una sociedad en algo parecido a la que estamos viviendo y en ocasiones padeciendo. Son tantos los años de vestir los ropajes del progreso, la honradez, la única verdad posible, que el mensaje ha calado hasta el tuétano en una gran parte de la ciudadanía. Siempre habrá un Franco, siempre habrá un dictador, siempre habrá «derechona» a la que culpar de los pecados. Sin embargo, para los «progresistas» la lucha sigue. Y seguirá. Por siempre. Si no, ¿que pregonarían? ¿contra qué molinos de viento arremeterían?
    El libre pensamiento, el libre pensador está desgraciadamente de capa caída. Tienes que posicionarte. O eres de los nuestros o eres facha. Simple. Si quieres lo mejor para el pobre desposeido, únete. Si no eres machista, únete. Si eres el adalid de la páaaaaaaaaaz en el mundo, únete.
    Si no te unes, fuera de este mundo. Fuera de nuestro mundo. El único bueno y verdadero.

    Dá pavor.

    Cordialmente.

  2. fewibef
    febrero 23, 2008 a las 6:21 pm

    Muy buena exposición.
    Sólo recordarte que como tú me mostraste, por la noche en el mar la única guia son esos pequeños puntos luminosos que destacan de cuando en cuando sobre la oscura e inquietante noche.
    Sin ellas estamos perdidos.
    Que sigan luciendo.

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